El Trépano, Juan Carlos Cabeda

25 ago 2012

Al Trépano Pensaba incluirlo en una lista general de aquellos “locos lindos” populares, pero fue más que un vecino de todos los neuquinos. Este tipo, en el imaginario de esta sociedad, creó un mito. ¿Quién fue? Fue todo: militante social, músico, locutor, atleta, apostador, obrero, judío, bocón, consejero, peronista, boxeador callejero… hasta se rumoreó que era veterano de Malvinas, pero por sobre todas las cosas un buscavida ().

"Si no lo conoces, no sos de Neuquén" profesa el Facebook en su honor, que tiene más de 2500 fans. Pero para aquellos que no llegaron a tener el placer de cruzárselo por las calles de estos pagos, aquí va su historia… o mito… o leyenda de este personaje de la fauna autóctona neuquina.

Juan Carlos Cabeda nació en el norte argentino, precisamente en Salta. En busca de trabajo llegó al valle con su familia, a laburar en las obras de El Chocón. Mientras dejaba de ser el Juanca, un obrero con el don de tocar el piano, y pasaba a ser El Trépano (apodo que él mismo lo explicaba por sus supuestos dotes sexuales) desaparece de su padre (algunos afirman que abandonó el hogar, otros que murió). Hasta aquí podemos hablar cronológicamente.

Un hombre, cien caras

Miles de perfiles tuvo su vida. Estuvo en cuanta movilización social se realizó en Neuquén. Ya sea en actos políticos, exigiendo Justicia, por reclamos salariales (lo que le valió la amistad con la gente de ATEN y de FaSinPat) o para que se crearan más puestos de trabajo. Aún más, era el primero que llegaba a las concentraciones, particularmente cuando se trataba de un festejo por un triunfo de la Selección Argentina de Fútbol. Se ganó el mote de héroe social cuando descubrió un ‘buchón’, que le pasaba información a los militares durante la última dictadura, y lo llevó a los golpes casi dos cuadras en plena Avenida Argentina.

Se ganó la vida como vendedor ambulante. Primero pasaba en su bicicleta vendiendo huevos, después encendedores, lapiceras… lo que era necesario, incluso se rumorea que también comercializaba ciertas cosas ilegales, pero, como no hay testigos que hayan participado de la transacción, no puedo afirmarlo.
La bicicleta no solo la utilizaba para ganarse unos pesos, también lo hacía para entrenarse. El Trépano fue un gran maratonista. Participó en todas las ‘corridas’ de la zona, pero siempre lo motivó más la que organizaba LU5. Cotidianamente, se lo podía ver corriendo, a veces te saludaba y te decía “bajé los tiempos con estas zapas”.

Si de frases hablamos, sin dudas la más característica fue “¿Qué hacé fierita? ¿Qué apostamos?”. Fue un apostador nato. Sabía de qué club de fútbol era cada canillita, kiosquero, comerciante, panchero o lavacoche. La propuesta de lo que se ponía en juego muchas veces no importaba, iba desde un sándwich de milanesa, una cerveza hasta una noche con la esposa del otro. De todas formas, las que se aceptaban y se cumplían eran las dos primeras.

Siempre advertía a los vecinos. Los saludaba con un ‘shalom’ (aseguraba que tenía ancestros judíos) y daba recomendaciones para que no los atrape la ‘patrulla’ (la policía) y les daba pautas para ‘no ser cornudos’, que hicieran como él: salir y volver rápido a la casa. De todas formas, nunca se le conoció una pareja estable, ni siquiera una pareja pasajera. Tampoco, se supo muy bien donde vivía durante semanas, más allá de que su domicilio era en San Juan 726, porque acostumbraba a salir mucho y volver poco. Si había alguna duda él aclaraba: “me mudé, vivo en un barrio privado… privado de luz, de agua y de gas”.

Todas las frases las decía seguro y serio, lo que era ayudado por su particular “voz de locutor”. Esto, le valió ser columnista de la audición radial Zona Franca de Ultravox. Hablaba de política, economía, actualidad e, incluso, daba consejos sexuales para los hombres.

Llegando al final...

Unos 5 años antes de que partiera de este mundo, al Trépano se lo comenzó a ver bastante mal y descarriló. Muchas veces terminaba siendo internado en Salud Mental del Hospital Castro Rendón. Allá, le daban pastillas y él las pasaba con cerveza de su clásico jarrito de metal, que siempre portaba en la mano, lo que tenía negativas consecuencias. Como muchos afirman “se volvió violento, sin ser malo”, una noche rompió a ladrillazos la vidriera de la panadería céntrica Pirgüi, al grito de “salí hijo de puta, que te mato”.

Murió como vivió: a los golpes. El 27 de octubre del 2010, su hermano lo encontró tendido en su cama, ya sin vida, producto de un fuerte impacto en la cabeza. Los medios de comunicación hicieron su aporte recordándolo, como en la Mañana de Neuquén, como en Río Negro, como en 8300, como en Minuto, como en la página web del gremio ATEN y como en Efecto Tábano, incluso se formó un conjunto musical con su nombre. Cristina tuvo el honor de que su ex esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, falleciera unas horas después que El Trépano. Acá, quedará siempre vivo su recuerdo.
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