Historia también publicada en diario Río Negro
La historia de José María Butín es particular desde su niñez hasta su lamentable muerte. Arribó a El Chocón en busca de estabilidad económica para su familia y fue un reconocido benefactor social de la ciudad. Su vida acabó en la ruta 22, producto de un accidente automovilístico. Hoy, es uno de los casos paradigmáticos de Estrellas Amarillas de Neuquén.
De Uruguay a Argentina, con un padre sacerdote
José el día del casamiento con María |
La familia se unió y se mudó a Buenos Aires. Su padre, formado como salesiano, le inculcó a José todos los conocimientos sobre arte y literatura. Pero no fue la única educación que tuvo, a los cuatro años Butín ya sabía leer y escribir, tocar el piano, violín, guitarra y acordeón, gracias a su madre que ofició de maestra. Sus conocimientos permitieron que ingresase a la educación secundaria a los diez. Pronto tuvo que abandonar la escuela. La condición económica familiar no era buena y comenzó a trabajar de albañil, acompañando a su padre.
Retomó los estudios a los 22. En el colegio nocturno, conoció a Matilde, hermana de quien sería su futura esposa. Luego de cuatro años de noviazgo, José María se casó con María del Valle Bossian, a los 33. Hasta ese momento, se mantuvo alejado de la Iglesia católica. De hecho, militaba en el Frente Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI).
En busca de estabilidad
Como diácono, una de las caras de José |
En 1986, se mudó a El Chocón y brindó sus servicios de mantenimiento electro mecánico a la represa, contratado por la ex Hidronor. La iglesia de la Villa no contaba con sacerdotes propios, por lo que José comenzó su trabajo pastoral haciéndose cargo de la capilla, por pedido expreso de Jaime de Nevares (ya conocido en la ciudad por haber sido mediador en el 'Choconazo'). También allí, nacieron sus últimos dos hijos: Maximiliano (89') y Gabriel (90'), quien a los diez le detectaron un cáncer y sufrió tres años de tratamiento oncológico.
Nueva vida en El Chocón
La familia Butín sufrió el menemismo y sus privatizaciones. Por la inestabilidad laboral, optó por aceptar ser parte de una nueva empresa de ingeniería, IMC. Trabajó allí hasta el 2009. Mientras se jubilaba y era ordenado diácono, a su esposa le detectaron cáncer de mama.
Como vecino en El Chocón sus actividades fueron muchas. No solo suplió la falta de curas en la administración de sacramentos, también fue concejal extrapartidario del municipio durante la gestión de José Luis Mazzone (MPN) y fue un trabajador social ad honorem. Su casa fue una sucursal y un depósito de Cáritas, allí también concurrían las personas en busca de trabajo o aquellas que no tenían donde pasar la noche. Colaboró activamente con la cooperadora escolar y con el club Chocón Lauquen.
El final menos esperado
El 10 de octubre de 2010, un choque en la ruta 22, a la altura de ‘Los Pinos’ (a pocos kilómetros de General Roca) terminó con su vida. Un vehículo Astra, que había mordido la banquina, impactó de frente al Senda en el que viajaba en dirección oeste. En el automóvil también se encontraban Rocío, hija de José, junto a su esposo, Claudio Leiva, sus dos hijos, Ian y Uma (diez y dos años), y una sobrina.
José murió al instante, dos días después su yerno y cuatro días luego sus dos nietos. Su hija y su otra nieta sobrevivieron.
Hoy, Rocío, quien contó la historia y compartió las fotos, es miembro de Estrellas Amarillas, agrupación que se encarga de realizar campañas de concientización para evitar que se sigan lamentando más accidentes viales.
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